Aunque no proporciona una referencia directa a los vecinos del Campo de Montiel, creemos necesario poner de relevancia como una de las devociones de más calado en dicho territorio influyó en la religiosidad de algunos de los colonos de Sierra Morena. Para contextualizarla, realizaremos un recorrido por la religiosidad impuesta desde la Superintendencia de Nuevas Poblaciones a sus vecinos, y como algunos cultos externos se hicieron patentes en Sierra Morena pese al control religioso por parte de la autoridad como por ejemplo el Cristo del Valle.
Entre 1767 y 1776, Pablo de Olavide impulsó en las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía un conjunto de medidas que afectaron tanto a la religiosidad popular de sus habitantes como a las propias actividades litúrgicas del clero. El escaso apego que Olavide sintió por algunas de las prácticas del catolicismo de su época, a las que consideraba reflejo de supersticiones y fuente de beneficios económicos alejados del control de la Real Hacienda, tuvo consecuencias prácticas en las Nuevas Poblaciones. Su creación ex novo y los amplios poderes que le confería su cargo de superintendente facilitaron que pudiera aplicar en ellas una serie de medidas novedosas que pronto contaron con numerosos detractores y la propia resistencia de un sector de la sociedad poco dispuesta a que se alterasen sus prácticas religiosas. Entre los ámbitos en los que más destacó esta influencia de Olavide podemos destacar el diseño de los lugares de culto y su dotación, la creación de altares, la celebración de los oficios religiosos y las expresiones de fe en los espacios públicos, afectándose por consiguiente las manifestaciones de fe en los colonos, tanto españoles como extranjeros.
La devoción por la Inmaculada Concepción, y su defensa ante los que se oponían a ella, fue uno de los rasgos que caracterizó a la Corona y a la Iglesia española durante toda la Edad Moderna. Carlos III no fue una excepción y demostró una intensa vinculación con esta advocación mariana, tanto es así que decidió declararla patrona de la monarquía española, logrando que el papa Clemente XIII lo ratificara en 1760. Esta circunstancia explica que siendo las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía una iniciativa del rey no se dudara en situarlas también bajo su patronazgo, dedicando la práctica totalidad de sus iglesias a la Purísima. Por otro lado, el artículo LXXVII del Fuero24 prohibía expresamente el establecimiento en las nuevas colonias de conventos, comunidades, hospicios o instituciones similares, con lo que se trataba de evitar que los colonos pudieran gastar con facilidad su dinero en ellos o cederles un porcentaje de sus bienes. De esta manera, la mayor parte de las cantidades invertidas en misas y culto recaería en las iglesias y capillas de las Nuevas Poblaciones, con lo que se facilitaba el sustento de los eclesiásticos y repercutía en una mejora de las actividades de culto. Una circunstancia que también se dio con las cofradías y hermandades, pues sus ingresos contribuyeron a paliar situaciones de necesidad y a incrementar los ingresos y el patrimonio de las parroquias. Todas estas limitaciones, sin embargo, no lograron que los vecinos de las nuevas colonias renunciasen a solicitar misas por descargo de sus almas o de las de sus familiares, aunque las cantidades invertidas fueran superiores a las que Olavide consideraba prudente, así como tampoco a manifestar sus devociones por otras advocaciones y santos.
En este contexto, la ermita del Santísimo Cristo del Valle de Santa Elena, en la jurisdicción de la villa de Membrilla durante los primeros años de la fundación de las Nuevas Poblaciones, fue un ejemplo de centro de culto fuera de las colonias donde algunos de los colonos dejaron en sus testamentos mandatos para pagar misas por sus almas. Debemos de tener en cuenta que en 1787 se fundó una nueva aldea mediante una instrucción, tomando como centro la nueva iglesia construida a principios del siglo XVIII y el asentamiento agrícola que se extendía en sus proximidades, señalizando su término pero dentro de la jurisdicción de Membrilla con el nombre de San Carlos del Valle. Carlos IV le dio el título de villa el 15 de diciembre de 1800, segregándolo de Membrilla. Centros de culto como el Cristo del Valle, cercanos a las colonias, se vieron favorecidos por las demandas de misas por parte de los vecinos de las Nuevas Poblaciones desde época temprana, y fundamentalmente con la marcha de Olavide. Este fue el caso de un colono saboyano que vivía en la feligresía de Santa Elena, Marcelino Franco, que pedía en 1774 tres misas por su alma en su parroquia, una misa al Santo Cristo del Valle, otra a las Ánimas y otra a San Bartolomé junto con una libra de cera a Nuestra Señora de la Cabeza, cerca de Andújar. La colona María Galbe pedía en su testamento en 1779 el hábito de San Francisco como mortaja junto con una misa cantada y otra rezada en la parroquia de Aldeaquemada. También solicitaba una misa al Santísimo Cristo del Valle y otra al Santísimo Cristo de San Salvador en el reino de Valencia de donde era natural.
Francisco José Pérez-Schmid Fernández
Universidad de Jaén
fjfernan@ujaen.es
https://orcid.org/0000-0002-9671-5953